¿Qué estamos haciendo mal en España en cuanto a educación postuniversitaria?

 Pues muchas cosas, y con esto podría terminar el post. En anteriores entradas he hablado de porqué veo que la historia se está instruyendo de forma errónea en las aulas, pero en este post me quiero centrar en la sobre información que recibimos antes, durante y después de la universidad. Antes de seguir, y tal como dice en el título, estoy hablando de España, más concretamente España en 2022; por lo que si me lees desde otro país o desde la España del 2070, puede que este post esté obsoleto, pero al menos servirá como testimonio del caótico sistema que tenemos.

Cuando antes y durante la universidad nos empezaron a presentar los servicios de orientación existentes en nuestra región (vivo en un archipiélago de islas chiquititas, cosa que en el fondo lo complica todo y nos aísla de servicios disponibles en la Península). Aunque tenía claro lo que quería estudiar, acudí innumerables veces a esos servicios, y aunque intentan dar lo mejor de ellos, la información que recibía era tremendamente general, y cuando acudí a orientadores que no trabajan en la universidad, la información que ofrecían parecía estar más destinada a señores de cuarenta años sin más estudios que la secundaria (que está muy bien, pero hay más colectivos...).

Entre la desesperación y la suerte de tener un ordenador con acceso a internet, busqué todo tipo de plataformas que pudieran ofrecer la más mínima ayuda, pero una vez más la sobreinformación me hizo más mal que bien. Mi padre me mostró Coursera, que es genial para los autodidactas que quieren adquirir conocimientos teóricos, pero los cursos que organizan las universidad no están hechos para los españoles.

¿A que me refiero con esa última frase tan fea? Bueno, resulta que, según me han declarado mis contactos internacionales, para acceder a universidades buenas de países como R.U o EEUU, es esencial conseguir una serie de créditos. Estos créditos se consiguen mediante voluntariados o cursos como los que ofrece Coursera; mientras que en España tan solo tienes que pasar la selectividad y superar o igualar la nota de corte.

En España, si quieres que un curso te sirva de algo, tienes que hacer cursos especializados para determinadas profesiones; mientras que si simplemente quieres decorar tu currículum o sumar puntos para las bolsas de empleo, debes acceder a determinadas plataformas que gestionan entidades públicas. Cosas tan simples como el Excel o Word suman puntos, lo cual está muy bien si eres una persona mayor con pocas habilidades informáticas, pero manda narices que alguien de mi generación tenga que perder el tiempo con cursos en los que te enseñan a poner marcas de agua o a hacer copia-pega. Si tienes mi edad, lo normal es buscar cursos que te instruyan de verdad y te diferencien del resto para entrar en determinadas profesiones.

Han pasado unos ocho años desde que me metí en este perturbador mundillo... ocho añazos en los que por encima de todo, mi aprendizaje a consistido en diferenciar que cursos son de utilidad para escalar en el mundo laboral y cuales no, así como qué plataformas o academias son fiables y cuales no. Esta última frase da para otro post, pero aquí os lo puedo resumir en que me planteé hacer un curso para tener el título oficial de guía turística, y la única academia de mis isla que lo ofrecía te clavaban 3000€... ni el máster me ha costado tanto.

Foto de uno de mis únicos días tranquilos del 2020: el año de la pandemia, el ano en que acabé mi carrera y empecé el master, y el año en que veía el futuro cada vez más negro para mi generación y las que me siguen.